Es curiosa la facilidad que tiene uno de escribir algo para meterse en camisa de once varas. Todo por culpa de un tuit de @ainhoaeus, dentro de una conversación más amplia sobre docencia, donde habla de la cantidad de “frustrados” que hay impartiendo clase en la ESO. Muchos titulados universitarios que han ido a recalar a una profesión sin ningún tipo de vocación y con el agravante de llevar en la mochila un título universitario, pagado por todos, que ni tan sólo se han dedicado a desempolvar.
¿Me considero un ingeniero frustado por estar dando clase en la ESO? Bueno, para empezar… ¿me considero ingeniero? Pues no lo tengo claro, pero vayamos por partes.
En primer lugar considero que una carrera universitaria no es sinónimo de profesión. Bueno, en la actualidad y con la devaluación que vienen sufriendo en el entorno laboral, prácticamente no es sinónimo de nada. Es por ello que quizás asociar formación a futuro laboral es algo que se está haciendo erróneamente.
¿Se puede ser un buen docente incluso que no haya una vocación previa? Sí. Esto lo tengo claro y meridiano. No por haber estudiado Magisterio vas a ser un buen profesional de la docencia. El profesional se hace y, es por ello que el valor añadido de esa profesionalidad es mucho mayor que la de cualquier vocación. Vocación, por cierto, respetable pero que nunca va a garantizar las buenas praxis de aula ni el uso de una metodología más adecuada. Un docente vocacional puede ser un mal docente. Un docente profesional puede ser un buen docente. No creo que se trate de conceptos excluyentes.
Ahora bien, recalar en un trabajo por no existir ningún tipo de salida profesional más es algo que sí que puede ser frustrante. Estudiar una carrera universitaria sabiendo que tu futuro laboral “debe” ir encaminado hacia lo que estás estudiando y verte en la tesitura de hacer otra cosa (por diferentes motivos) es algo que duele. Algo que, más que doler se traslada a tu profesión forzada. Algo que se nota.
Las esperanzas tienen algo de ilusión. Muchas nos hacemos y, a la hora de la verdad, la realidad nos encarga de ponernos en nuestro lugar. Un lugar en el que podemos estar a gusta, trabajando lo mejor posible y procurando mejorar día tras día o, un lugar donde morirse en vida. En esto tiene poco que ver la vocación y/o la frustración. En esto tiene mucho que ver la profesionalidad y el carácter de uno.
Por tanto lo tengo claro. Que hay titulados universitarios frustrados (y que lo demuestran) dando clase. Seguro que sí. Que hay excelentes profesionales que han recalado en esta profesión por diferentes motivos, también. ¿Es peor un docente profesional que uno vocacional? Esta creo que es la cuestión y, a mi entender, siempre tengo claro que prefiero el primero que el segundo. Aunque si fuera todo de la mano… firmo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario